Por Constanza Bartolucci Konga.
En una sociedad inclusiva en la que hemos abrazados la diversidad sexual me permito reflexionar, desde el profundo respeto, respecto al duelo que muchos padres de hijos trans viven una vez que sus hijos comienzan a vivir la identidad de género con la que se identifican, el “duelo” y la “pérdida” por la que transitan estos padres e inclusive estos niños trans.
La transexualidad o “trastorno social de identidad de género”, como personalmente me gusta definirlo, se caracteriza por una discordancia entre la identidad de género con la que se identifica la persona y la que le ha sido asignada socialmente. Entendiéndose la identidad de género como el grado en que cada persona se siente hombre, mujeres, una mezcla de ambos o ninguna.
Al nacer, nuestro sexo es definido por las características de nuestros genitales, teniendo la posibilidad exclusiva y excluyente entre hombre y mujer. Lo que ya nos habla de que sólo tenemos dos opciones, que son opuestas y que los genitales correspondería a una identidad sexual definida. Sin embargo, las personas trans, a pesar de tener una corporalidad y un desarrollo psicológico absolutamente normal, tempranamente en la infancia, comienzan a darse cuenta que su identidad sexual no corresponde con el sexo que les ha sido asignado al nacimiento. Así, por ejemplo, si yo nazco biológica-genitalmente hablando hombre, me identifico con mujeres, y viceversa. Aquí nos planteamos la primera interrogante, ¿hay genitales masculinos o femeninos? ¿puede la genitalidad determinar el sexo o la identidad sexual de la persona?
Actualmente, a nivel mundial hemos avanzado mucho por los derechos de la diversidad sexual, visibilizando y tomando medidas para respetar los derechos sexuales de todas las personas, aunque queda siempre mucho por hacer. Un tema pendiente es el de los niños transexuales, ya que muchas veces, a pesar de velar por los derechos de los niños, quedan en tierra de nadie. Es ahí donde los padres de los niños han hecho una gran labor mostrando al mundo esta realidad y luchando por el derecho de sus hijos. Cuando el niño comienza a los 3 – 4 años a manifestar esta discordancia con el sexo que se le ha asignado, los padres se enfrentan al desconocimiento de los profesionales de salud, la falta de apoyo social y la crítica de quienes los rodean. Sin embargo, muchos de estos padres persisten y logran apoyar a sus hijos en todo este proceso, en gran parte impulsados por la gran fortaleza y ejemplo que reflejan sus propios hijos.
Dentro del proceso que viven las familias con hijos transexuales, un tema que personalmente siempre me ha inquietado es observar el duelo que tanto los padres de los niños transexuales como estos mismo niños hacen con “la persona que solía ser previamente a la transición”. Todo padre, como parte del ciclo vital, hace un duelo frente al nacimiento y crecimiento del un hijo; “mi hijo no es tan buen deportista como yo esperaba”, “no disfruta de las mismos pasatiempos que yo disfruto”, etc. Hacemos un duelo frente a las expectativas del hijo imaginario y el hijo presente. A pesar de lo habitual de este proceso, siento que este duelo es distinto, ya que se transforma en una especie de negación del que fue, para dar paso al nacimiento del que siempre quiso ser. Puedo comprender la negación y el querer olvidar desde el sufrimiento vivido, pero, finalmente, independiente de la forma, sexo, género, ¿no somos primero personas? Por lo mismo, si estamos tan abiertos a hacer parte de nuestras vidas la diversidad, ¿no podemos aceptar como sociedad que este pequeño fue pequeña, y que es la misma persona?, o que, ¿independiente del género con el que se viva en distintos momentos de la vida, somos las misma persona?
Me planteo esta inquietud principalmente porque he visto el dolor de los padres al hablar del recuerdo del hijo que “ya no está“, con temor a recordarlo para no herir a sus hijos, pero ansias de revivir los hermosos recuerdos juntos. Así como del dolor de los niños al recordar y necesidad de negar una etapa, como si no existiera. ¿No estaríamos discriminando también?, ¿no es mucho más inclusivo y saludable pensar en que una persona, independiente del género que viva en ciertos momentos de su vida, sigue siendo persona y este puede variar, aceptando esto como parte de su línea de vida?
Planteo estas interrogantes, porque pienso que es importante cuestionarnos hacia donde estamos avanzando. Muchas veces, cuando pensamos que vamos hacia adelante, no nos damos cuenta que damos pasos atrás. Pienso que todas las personas, y en especial los niños trans, tienen derecho a vivir su vida, recordarla y amarla, con todos sus variaciones y aristas, como parte de su hermosa biografía, y nosotros como sociedad, no tenemos derecho a privarles de ese privilegio.
Publicado originalmente en la página del Instituto Iberoamericano de Sexología.
Créditos de la imagen: Patricia vía Flickr.