Por Danilo Urbina Peña, Director ETSex

La neurodiscordancia es un concepto emergente propuesto por la ETSex en 2024, presentado por primera vez en el módulo de neurodivergencias y salud sexual del Entrenamiento Clínico Avanzado en Sexualidad (ECAS) en agosto de este mismo año. Este término se refiere al desajuste en la comunicación, percepción y/o procesamiento de información entre personas, derivado de las diferencias en sus neurofuncionamientos. Con el neurofuncionamiento referimos a la manera en que el cerebro y el sistema nervioso de una persona procesan la información, regulan las emociones o responden a estímulos internos y externos, abarcando una amplia gama de procesos cognitivos, emocionales, sensoriales y motores. Cada individuo tiene un neurofuncionamiento único que influye en cómo percibe el mundo, interactúa con los demás y maneja situaciones cotidianas. Este funcionamiento está moldeado por una combinación de factores genéticos y ambientales, que influyen en aspectos neurobiológicos como la conectividad neuronal y la plasticidad cerebral, reflejando así la diversidad intrínseca en la forma en que los cerebros operan y se adaptan a lo largo de la vida. El concepto de neurofuncionamiento incluye tanto las formas de funcionamiento cerebral típicas (neurotípicas) como las que se alejan más de la norma (neurodivergentes), por ejemplo aquellas presentes en personas dentro del espectro autista, con atención divergente (también conocida como Trastorno de Déficit Atencional o TDA), altas capacidades, dislexia, entre otras. El desafío de la neurodiscordancia radica en que a menudo los desajustes en la interacción entre personas se producen bajo la suposición de que todas procesan la información de la misma manera, sin considerar la neurodiversidad. Esto puede llevar a malentendidos y conflictos en las relaciones interpersonales. Este artículo se enfoca en la importancia de reconocer las diferencias en los neurofuncionamientos, para así comprender y manejar mejor las neurodiscordancias en la interacción humana.

Desde el paradigma de la neurodiversidad es esencial reconocer que las diferencias neurológicas no solo afectan la manera en que las personas piensan o sienten, sino también en cómo interactúan con las demás. Este es un marco que celebra la variabilidad natural en el funcionamiento neurológico humano, reconociendo que no existe una única manera «correcta» de percibir y procesar el mundo. Dentro de este enfoque, la neurodiscordancia se entiende como un fenómeno que surge de la interacción entre estos diversos modos de ser, reconociendo la necesidad de desarrollar estrategias de comunicación y vinculación que respeten y se adapten a estas diferencias en lugar de intentar eliminarlas o normalizarlas. De esta forma puede ser un término muy útil para explorar y comprender mejor estas dinámicas, proporcionando una referencia para analizar y mejorar la comunicación y la relación entre individuos con diferentes formas de procesar el mundo.

Para desarrollar esta idea, una de las teorías que puede contribuir es la de la Doble empatía” propuesta por Damian Milton en 2012, que sugiere que las dificultades en la comunicación entre personas neurodivergentes y neurotípicas no son unidireccionales. Tradicionalmente, se ha asumido que las personas autistas, por ejemplo, tienen una dificultad inherente para comunicarse eficazmente. Sin embargo, Milton argumenta que estas dificultades también son responsabilidad de la persona neurotípica, y que la discordancia surge porque ambas partes están utilizando diferentes códigos y modos de interpretación, lo que lleva a rupturas en la comprensión mutua.

Es así como la neurodiscordancia puede manifestarse en múltiples áreas de interacción de los vínculos sexoafectivos. Esta se manifiesta con mayores desafíos cuando personas con formas muy distintas de procesamiento interactúan, desde la suposición que están mirando igual. Es más evidente en vinculaciones de personas neurodivergentes con personas neurotípicas pero igualmente puede suceder entre personas que se ajustan a lo neuronormado y más aún entre personas con diferentes neurodivergencias. Muchas veces esta suposición está bajo la lógica de que existe un “sentido común” que todas las personas tendríamos de base, el cual se relaciona con el cómo nos debiésemos comportar en ciertas situaciones, cómo nos debiésemos comunicar y expresar nuestras necesidades, con cómo se debiese regular la emocionalidad, y tantos aspectos más que en realidad pueden tener un neurofuncionamiento distinto de base. Comprender esto nos invita a cuestionar qué entendemos por sentido común (y cuán común realmente es), considerando el gran paraguas de la neurodiversidad (junto con otras variables que pueden sumar más amplitud de este concepto, como variables culturales, de experiencias de vida, de generación y más).

Para aterrizar este concepto a situaciones prácticas y cotidianas, proponemos algunos ejemplos de áreas en las que la neurodiscordancia se podría manifestar:

  • Comunicación: La neurodiscordancia puede manifestarse en desafíos comunicacionales, donde una persona puede tener dificultades para interpretar el tono, la entonación, o incluso el significado de las palabras de su interlocutor. Por ejemplo, una persona puede entender un comentario como literal, cuando en realidad se dijo en tono sarcástico o irónico. Esto puede causar malentendidos, como percepciones erróneas de insensibilidad o falta de empatía. En este mismo sentido, las señales no verbales, como el contacto visual, los gestos y las expresiones faciales son esenciales en la comunicación social. Sin embargo, la neurodiscordancia puede dificultar la correcta interpretación de estas señales. Una persona puede esperar que su sonrisa indique agrado, mientras que otra persona podría interpretarlo como burla, generando confusión y, en ocasiones, rechazo.
  • Respuesta sensorial: La neurodiscordancia puede surgir debido a diferencias en la forma en que las personas perciben y responden a estímulos sensoriales. Las personas neurodivergentes, como aquellas parte del espectro autista, con atención divergente o simplemente con alta sensibilidad, a menudo tienen respuestas sensoriales más intensas, menos intensas o atípicas. Por ejemplo, pueden ser más sensibles a luces brillantes, ruidos fuertes, texturas específicas, o incluso a ciertos olores. Esta hipersensibilidad puede provocar reacciones como incomodidad, ansiedad, o necesidad de evitar ciertos entornos o actividades, lo que puede ser malinterpretado por otros como rechazo, falta de interés o actitud negativa. Una situación concreta en relación a esto es que una persona con alta sensibilidad sensorial podría sentirse abrumada en ciertos espacios sociales y necesitar retirarse para regular su estado. Sin embargo, quienes no comparten estas sensibilidades podrían no comprender esta reacción y percibirla como una falta de cortesía o como desinterés social, generando una brecha en la comprensión mutua sin identificar la neurodiscordancia de base.
  • Regulación y procesamiento emocional: Las respuestas emocionales pueden variar ampliamente entre personas, especialmente estando más alejadas de lo “esperado” entre quienes pertenecen a neurominorias. Y es que las personas neurodivergentes pueden experimentar y expresar sus emociones de maneras que no encajan con las expectativas convencionales. Por ejemplo, alguien con atención divergente podría tener una respuesta emocional rápida e intensa, mientras que una persona con autismo podría requerir más tiempo de procesamiento emocional, mostrando en lo inmediato una expresión emocional que parezca “desapegada” o inexpresiva a ojos de los demás (reconociendo que ambas neurodivergencias tienen un amplio rango, y que estos ejemplos no representan toda la diversidad en cada una). Estas diferencias pueden ser percibidas erróneamente como una falta de empatía, interés o incluso como reacciones inapropiadas en contextos sociales. Así, se puede llevar a malentendidos y conflictos, especialmente cuando las expectativas de una parte no se alinean con las expresiones emocionales de la otra. La falta de una respuesta emocional visible no necesariamente indica una ausencia de sentimientos; puede ser una forma de regulación emocional, tener un tiempo de procesamiento emocional distinto o manifestar una expresión que no se ajuste a los códigos de la mayoría que se ajuste a la neuronorma.
  • Atención y concentración: La neurodiscordancia también puede manifestarse en la forma en que las personas mantienen su atención y concentración, especialmente en individuos con atención divergente. Quienes calzan en este neurofuncionamiento suelen tener dificultades para mantener la atención sostenida en tareas largas, monótonas o poco motivantes, lo que puede llevar a interrupciones frecuentes, olvidos o errores por distracción. En un entorno social o profesional estas dificultades pueden ser malinterpretadas como desinterés, pereza o incluso falta de respeto. Por ejemplo, en una conversación grupal, una persona con atención divergente puede cambiar rápidamente de tema, interrumpir o parecer desatenta debido a su necesidad de gestionar una mente que se desvía con facilidad ante estímulos externos o pensamientos internos. Para alguien que se acomoda al funcionamiento neuronormado esto puede percibirse como una falta de consideración o de habilidades sociales, mientras que, desde la perspectiva de la persona con atención divergente, se trata de una respuesta natural a la sobrecarga de información o a la dificultad para filtrar estímulos irrelevantes. Esta discrepancia en la percepción puede crear brechas en la comprensión mutua y contribuir a la neurodiscordancia, subrayando la necesidad de desarrollar ajustes en la comunicación y expectativas para acomodar estas diferencias de atención.

Para superar la neurodiscordancia, es crucial cultivar la empatía y la flexibilidad cognitiva en las interacciones. La empatía aquí no solo implica la capacidad de comprender los sentimientos de los demás, sino también reconocer y validar las experiencias neurológicas diversas como igualmente válidas. La flexibilidad cognitiva, por otro lado, se refiere a la capacidad de adaptar nuestras perspectivas y expectativas para incluir modos de pensar y ser que difieren del propio. Esto requiere un esfuerzo consciente de todas las partes para evitar asumir que su forma de procesar la información es la única o la más correcta. Por ejemplo, en las relaciones sexoafectivas, esto podría significar que una persona con funcionamiento más cercano a lo neurotípico necesite aprender a interpretar y aceptar las señales de afecto o comunicación que su pareja neurodivergente utilice, aunque estas no se ajusten a las normas tradicionales. Esto podría implicar usar recursos adicionales, acuerdos y/o el establecer tiempos de comunicación clara y explícita, adaptando las dinámicas de la relación a las necesidades de ambas personas. Además, es esencial generar un espacio de diálogo abierto donde se puedan expresar de manera segura las diferencias en percepciones y expectativas, sin juicio o presiones para «normalizarse».

Ahora, un punto importante que debemos tener en cuenta para comprender los desafíos de la neurodiscordancia es que en un contexto sociocultural que no tiene una mirada que considere y valore a la neurodiversidad, se tomará el funcionamiento que se ha constituido como lo “normal” como el único esperado y validado, llevando a que todo lo que se escape de este rango será juzgado inadecuado, y por consiguiente rechazado. De esta forma, para adaptarse a estos escenarios, es muy frecuente que las personas neurodivergentes utilicen estrategias de enmascaramiento (o camuflaje) para adaptarse a un entorno con estas expectativas. Esta estrategia consiste en ocultar o suprimir comportamientos naturales para parecer más «normales» o aceptables según los estándares sociales. Este fenómeno está especialmente estudiado en personas autistas, quienes por ejemplo pueden aprender a imitar gestos y expresiones faciales o a suprimir movimientos repetitivos de autorregulación  (stimming) para evitar el estigma o la exclusión. Si bien el enmascaramiento puede ayudar a evitar conflictos inmediatos, también puede aumentar la neurodiscordancia a largo plazo: Al ocultar los verdaderos pensamientos y sentimientos, la persona neurodivergente crea una barrera adicional en la comunicación, lo que puede llevar a malentendidos y conflictos más profundos. Además, el enmascaramiento es agotador y puede llevar a una disminución en el bienestar mental y emocional de la persona que lo practica.

Con todo este análisis vemos lo fundamental de integrar el paradigma de la neurodiversidad para lograr entendernos. Desde ahí podemos desarrollar una mayor responsabilidad compartida, con especial atención a las dinámicas de poder y privilegio. En muchas sociedades, la forma neuronormada de comunicarse se considera la única aceptable, lo que coloca a las personas neurodivergentes en una posición de desventaja. Reconocer estas dinámicas y trabajar activamente para crear un espacio donde todas las formas de comunicación sean valoradas y respetadas es esencial para reducir la neurodiscordancia. Como hemos planteado, esto implica desarrollar estrategias que fomenten la comprensión mutua, el uso de comunicación más directa y explícita, la creación de un entorno sensorialmente adecuado para todas las personas involucradas, y la adopción de un enfoque de paciencia y empatía. Además necesitamos incluir esta mirada en la educación, promoviendo una mayor conciencia de las diferencias neurológicas. La sensibilización y la formación en diversidad neurofuncional deben ser parte integral de los programas educativos y de los entornos laborales, para garantizar que todas las personas, independientemente de su neurofuncionamiento, puedan ser entendidas y respetadas.

Considerando que la fecha en la que se publica este artículo es el 04 de septiembre del 2024, el Día Mundial de la Salud Sexual, siendo el tema de este año las “Relaciones positivas”, cobra especial relevancia el posicionar este concepto. La neurodiscordancia puede ser clave para entender y abordar las diferencias en la interacción social entre personas con distintos neurofuncionamientos. Y en la mira de fomentar relaciones positivas, el reconocer y trabajar sobre estas diferencias es fundamental para fomentar relaciones más inclusivas y comprensivas en todos los ámbitos de la vida. Esto incluye la disposición de aprender, adaptarnos, y a hacer un esfuerzo consciente por crear un entorno que celebre y valore la diversidad. 

 

Referencias bibliográficas