Cuando hablamos de salud en el mundo del trabajo, solemos pensar en burn-out (quemarse/agotamiento), en el balance entre vida personal y laboral, o en desafíos de salud propios del rubro: prevención de riesgos y accidentes, salud compatible con el cargo, entre otros. Pero pocas veces asociamos trabajo con problemáticas en la salud sexual de quienes trabajan, y cómo esto a su vez puede impactar en otras esferas más allá de la vida privada.

En base a un metaanálisis del 2024 que analiza datos de 39 estudios en 16 países, se estima que la prevalencia de disfunciones sexuales (DS) en trabajadores del área de la salud es de un 46,79%, considerablemente mayor al 35% reportado en población general y a otros sectores profesionales, como la docencia en establecimientos de educación secundaria.

Las disfunciones sexuales más reportadas incluyen la pérdida de libido (51,26%), disfunción eréctil (36,99%), insatisfacción sexual (36,90%), dolor en las relaciones sexuales (28,23%), trastornos orgásmicos (25,13%), disminución de la excitación sexual (23,54%) y problemas de lubricación (22,62%).

De acuerdo a este estudio, las mujeres trabajadoras de la salud presentan una mayor prevalencia de DS (47,61%) en comparación con los hombres (32,01%). Y dentro de las diversas profesiones analizadas, los enfermeros y enfermeras son el grupo con la mayor tasa de DS (56,29%), donde se argumenta que esto podría deberse a la mayor carga física y emocional del trabajo, la escasez de personal especialmente en economías en vías de desarrollo, y al ser una profesión que cuenta tradicionalmente con más mujeres que hombres, sufrir las consecuencias de un entorno laboral patriarcal con mayores tasas de acoso y abuso en el trabajo por ejemplo.

Otro factor a considerar es el trabajo nocturno y una mayor incidencia de DS, no necesariamente por los turnos en sí, sino por los efectos negativos sobre la salud: jornadas extenuantes, fatiga, alteraciones del ritmo circadiano, trastornos del sueño, y otras problemáticas derivadas de ello.

Por otro lado, los trabajadores de la salud clínica tienen tasas de DS más altas que los administrativos, y esto es particularmente notable, nuevamente, en mujeres y enfermeras. Cabe señalar que estos datos provienen de diversos países, con abordajes muy distintos de las diversidades sexo-genéricas, como a su vez en el nivel de confianza para que los participantes de estos estudios transparenten alguna identidad fuera de la norma cis-heterosexual. Es decir, en este metaanálisis se utilizan los términos “hombre” y “mujer” de manera genérica y transversal, sin contar con una mayor granularidad fuera de este binarismo tradicional.

Al ser un metaanálisis que comprende a una variedad de países y de metodologías de investigación en cada estudio realizado, nos permite tener una mirada transversal pero genérica de estas asociaciones y correlaciones. Aun así, permite ver que es una problemática más prevalente y global de lo que quizás se podría haber pensado, donde cada país, cada territorio, por supuesto cuenta con sus propias interseccionalidades, desafíos particulares, y por tanto requiere de herramientas adecuadas a ello para movilizar la acción en pos de la salud sexual, salud “ general” y calidad de vida de sus trabajadores de la salud, sea en contextos públicos y/o privados.

Si quieres leer el estudio completo, a continuación te dejamos la referencia:

Chen, Y., Zhang, L., Zhou, Y., Zhang, J., Yu, H., Li, Q. & Xu, J. (2024). Prevalence of sexual dysfunction in health care workers: a systematic review and meta-analysis. Sexual Medicine Reviews, 12, 569–580. https://doi.org/10.1093/sxmrev/qeae050

 

Un saludo cariñoso,

Sergio Rivas Isla